Realizado por Alejandro y Daniel Onís
Visitar San Gimignano supone sumergirse completamente en la atmósfera de un burgo del siglo XIV; de hecho su aspecto se ha mantenido mayormente intacto y la localidad presenta aún hoy uno de los mejores ejemplos europeos de organización urbana de la época de las ciudades-estado. El rasgo característico de este pueblo, que cualquier turista puede apreciar desde la lejanía, son las espectaculares e inconfundibles torres que dominan el paisaje, cada una de ellas con una historia que contar.
La localidad vivió hasta mediados del siglo XIV un período de riqueza económica y artística gracias en parte a los mercaderes y a los peregrinos que recorrían la vía de San Francisco. La vía atravesaba este espléndido burgo y todavía hoy en día lo divide en dos partes.
Este es el período en el que las más importantes familias del momento se desafían construyendo la torre más alta como símbolo de poder. En esta particular competición se excluye la Torre Municipal, llamada la Rognosa (Roñosa), que por decreto municipal tenía que ser la más alta. Alrededor del año 1300 se contaban más de 70 torres, igual al número de familias adineradas del territorio, al día de hoy nos han llegado sólo 13.